#Prójimo #Camino hacia Dios

CHD 262:  ¿Quién es mi prójimo?


     

«El prójimo es un rostro que encontramos en el camino y por el cual nos dejamos mover y conmover».

(Papa Francisco)


“Mas un samaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él”. Lucas 10, 33-34

La pregunta sobre a quién podemos considerar nuestro prójimo se remonta a la época en que Jesús se encontraba con un doctor de la Ley y le manifiesta esta inquietud[1]. Ciertamente el espectador, ceñido al cumplimiento literal de la ley, quería probar una vez más a Jesús. Su intención era la de buscar algún punto débil para invalidar sus enseñanzas. Sin embargo, Jesús como buen maestro lo ejemplificó con una de sus más reconocidas parábolas: la del buen samaritano; y lo que nos cuenta el Evangelio es que este hombre comprendió la lección de Jesús.

Hoy este cuestionamiento sigue vigente y a pesar de conocer de cerca esta doctrina del Señor, también nosotros nos seguimos preguntando acerca de cómo entender esta invitación de amar al prójimo, de vivir la solidaridad y el servicio con los más cercanos y con los otros que ni siquiera conozco o no están en mi círculo más cercano o que no son personas de mis afectos. Si bien las circunstancias con el tiempo pueden haber cambiado, con respecto a cuando Jesús predicaba, los aspectos fundamenta- les siguen siendo los mismos.

1. Invitados a vivir el amor

“Ámense los unos a otros como yo os he amado”. Juan 13, 34

Es importante, para comprender este asunto, reflexionar sobre un aspecto que define nuestra identidad y vocación cristiana: la vocación al amor.

Dios al crearnos nos ha llamado a vivir el amor entre nosotros y su pedagogía a lo largo de la historia ha sido una expresión reiterada de este llamado.

Esta invitación tiene su culmen en el misterio de la Encarnación de su Hijo, el Señor Jesús, quien nos mostró un camino de amor mediante el cual podemos ser plenos y felices; con su entrega y con su sacrificio por nosotros en la Cruz nos enseñó que lo que da sentido a nuestra existencia es el amor de caridad y la misericordia.

“Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido” Madre Teresa de Calcuta

En nosotros está ese anhelo de vivir el amor. Reconocemos que éste es el camino para una vida auténtica, con sentido pleno y por lo tanto camino para una vida santa, pero además, que es un camino con no pocas exigencias. Sin embargo, nos seguimos preguntando acerca de quién es este prójimo al que Jesús me invita a amar y también cómo vivir este amor con mayor compromiso.

¿Escuchas en tu interior el llamado del Señor a amar cada v más? ¿Qué puedes hacer para disponerte a escucharlo?

2. Lo que nos aleja del Prójimo

 

“Ninguno busque su propio bien, sino el del otro”. 1 Corintios 10.24

Una de las principales razones por las cuales se nos puede dificultar reconocer a nuestro prójimo en lo cotidiano y vivir más la caridad, es que somos hijos de una cultura que promueve, no pocas veces como valores, actitudes que nos terminan cerrando más en nosotros mismos y consintiendo una lógica egoísta y autorreferente.

No es raro que los criterios de “lo importante es que estés cómodo y te sientas bien”, “ si te cuesta no vale la pena”, “lo que cuenta es la apariencia, para qué profundizar”, “preocúpate por ti mismo, los otros pueden arreglárselas por sí mismos”, “sólo da cuando puedan devolverte algo a cambio”, “lo esencial es que tú cumplas tus sueños”, nos lleven a pensar más en nuestro bienestar y en sentirnos seguros al vernos cómodos. Por lo tanto, todo ideal de compromiso, de vivir la compasión, de preocuparnos por el que sufre y tiene necesidades se nos hace más difícil. Es finalmente por lo que se menciona tantas veces que vivimos en una cultura de la indiferencia[2].

¿Qué antivalores o actitudes de la cultura actual, terminan cerrándote en ti mismo (a)?

Otros aspectos que se realzan hoy son la productividad y la eficiencia, se nos condiciona a que estemos en función de hacer cosas con tal de conseguir resultados visibles e impactantes, a estar preocupados por atender muchas tareas al mismo tiempo, a cumplir estándares que se nos exigen para ser exitosos, entre otros. Con esto podemos caer en un ritmo de vida que nos vuelve incapaces de hacer silencio para escuchar la solicitud de ayuda de quienes reclaman amor y piden a gritos ser acogidos. Además, esta mirada de la realidad nos puede llevar a que la valoración que hacemos de los demás sea por su capacidad de producir y su eficiencia, por lo cual, quien no encaja en estos parámetros, ya sea por su edad, su condición física, mental o enfermedad sea fácilmente descartado y no considerado valioso o digno.

“Si estás juzgando a las personas, no tienes tiempo de amarlas”. Madre Teresa de Calcuta

3. La amistad cristiana, expresión del amor al prójimo

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Juan 15,13

Para dar consistencia a su pedagogía, Jesús no sólo trasmitía mensajes y parábolas que invitan al amor, sino que Él encarnó lo que predicó, fue coherente con cada una de sus enseñanzas, y una de las principales expresiones fue su sacrificio de amor en la Cruz.

Él, momentos previos a su entrega total, en la última cena, les habla a sus apóstoles, les abre su corazón, los reconoce como sus amigos y les hace ver que la mayor prueba de su amor y amistad será la entrega de su propia vida por los hombres.

“La amistad se cultiva con el propio sacrificio para servir y amar de verdad a los amigos” San Juan Pablo II

De la misma manera Jesús nos sigue hablando hoy. Él nos llama a un encuentro de amistad con Él, nos invita a este vínculo amical que lo fundamenta en un amor sincero, auténtico y generoso, que incluso es capaz de entregarse y dar la vida por cada uno de nosotros.

También nos invita a seguir sus pasos, a amar, viviendo una auténtica amistad con nuestros amigos. Una amistad llena de profundidad, de compromiso, de servicio, de lealtad. Amigo no es aquel que sólo te acompaña en los momentos alegres y de placer; la amistad y el amor se prueba en el sacrificio por el otro.“Cicerón, en su célebre escrito Sobre la Amistad (De amicitia), afirma ya, desde la ética pagana, que la verdadera amistad requiere personas virtuosas. Sinceridad, lealtad, confianza, fidelidad, delicadeza, grandeza para perdonar, etc. Así lo confirma la experiencia humana. Y está en consonancia con las exigencias puestas por el Evangelio”[3].

Piensa en algunos amigos tuyos y de qué manera puedes ayudarlos en alguna necesidad que tengan.

Estas palabras nos ayudan a comprender que, Jesús al invitarnos a que amemos como Él nos ama, nos está mostrando un camino de realización, viviendo una relación de amistad auténtica. No se trata de exigir que nos comprendan, escuchen, ayuden, etc., se trata de escuchar, comprender, ayudar, etc… Se trata entonces de vivir las virtudes cristianas para permanecer y crecer en la amistad con Él y con nuestros amigos[4].

4. Amor preferencial por los más pobres


“La felicidad está más en dar que en recibir”. Hechos de los Apóstoles 20, 35

El Señor Jesús durante toda su vida mostró un amor preferencial por los más pobres, por aquellos que más sufrían. Él se encarnó, se hizo hombre para unirse al hombre que sufre. Él asume el sufrimiento para solidarizarse con los dolores y padecimientos de cada hombre. ¿Cómo no percibir que aquel, que sufre y es pobre, es reflejo del rostro de Cristo sufriente, que nos invita a servirlo y acogerlo con el mismo amor que Él nos ha tenido?

¿Cómo vives en tu vida la opción preferencial por los pobres? Piensa en aquellas personas necesitadas que Dios pone en tu camino, a las que puedes amar con el amor de Jesús, con tu generosidad, con tu tiempo, ayuda material, oraciones, consejos…

Se cumple así su Palabra al decirnos:

“Cada vez que no lo hicisteis con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Mateo 25, 40

Hoy como ayer, Jesús nos trae también una de sus principales enseñanzas en la parábola del Buen Samaritano. Al maestro de la ley le quedó muy claro que el prójimo es todo aquel que está próximo a nosotros, le quedaría claro además que es fundamental aprender a reconocer al otro como una persona igualmente digna, más allá de sus creencias, su posición social, su cultura. La actitud del samaritano sigue siendo paradigmática para nuestro tiempo, para superar las barreras que nos escudan y nos excusan injustificadamente para no ayudar y servir a quienes podemos enriquecer con nuestro servicio.

El Papa Benedicto XVI al aproximarse a esta parábola hace una reflexión que nos muestra otro ángulo de lo que significa ser prójimo. Podemos en tenderlo como se mencionó anteriormente, como aquella persona que está “al borde del camino” de nuestra vida; sin embargo, también prójimo puede ser cada uno de nosotros que puede hacerse próximo a los demás y acogerlos con un amor de caridad[5].

San Juan Pablo II, refiriéndose a este llamado fundamental hecho a todo cristiano, de seguir al Señor Jesús en su opción por los pobres nos dijo:

Un signo distintivo del cristiano debe ser, hoy más que nunca, el amor por los pobres, los débiles y los que sufren. Vivir este exigente compromiso requiere un vuelco total de aquellos supuestos valores que inducen a buscar el bien solamente para sí mismo: el poder, el placer y el enriquecimiento sin escrúpulos”[6].

El Papa Francisco, sobre la solidaridad con los más necesitados nos dice:

“¿de dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta está en la invitación de Jesús a los discípulos: «Dadles vosotros…», «dar», compartir. ¿Qué comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son precisamente esos panes y esos peces los que en las manos del Señor sacian a toda la multitud. (…) Y esto nos dice que en la Iglesia, pero también en la sociedad, una palabra clave de la que no debemos tener miedo es «solidaridad», o sea, saber poner a disposición de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque sólo compartiendo, sólo en el don, nuestra vida será fecunda, dará fruto. Solidaridad: ¡una palabra malmirada por el espíritu mundano!”[7].

Estamos llamados a compartir desde nuestra pequeñez con los más necesitados, con la confianza que si bien la realidad muchas veces nos sobrepasa, El Señor hará fructificar nuestra generosidad, haciendo crecer nuestro amor, nuestra capacidad de dar y sabrá multiplicar nuestros cinco panes, para ayudar a saciar “el hambre de Dios y el hambre de pan”[8] de las personas a quienes nos dirigimos.

5. Aplicaciones para la vida cotidiana

 

“El amor comienza en casa, y no es tanto cuánto hacemos, sino cuánto amor ponemos en las cosas que hacemos”. (Madre Teresa de Calcuta)

¿Cómo hacer para vivir en nuestra propia vida con esta disposición de amar y servir a los demás? En primer lugar, hay recordar que nadie puede dar lo que no tiene. Es esencial volver a la fuente del amor, nutrirnos de la misericordia y la amistad del Señor. Pensar en vivir la caridad cristiana con los demás sin cultivar la vida espiritual es imposible, sería muy probable que así termináramos en un asistencialismo y una solidaridad sin fondo. Nos hará bien acoger las palabras del Santo Padre en relación con esto: “Jesús se inclinó sobre nosotros, se ha hecho nuestro siervo, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos amarnos como Él nos ha amado, del mismo modo… de la misma manera en la cual Dios nos demuestra su amor gratuito y desinteresado, así estamos nosotros invitados a vivir el amor”[9].

Por otro lado, no esperar a que se dé la ocasión especial, el momento planeado para recién vivir este compromiso. Puede que esperemos y esperemos y quizá no lleguen las situaciones como las queremos y es así como dejamos pasar oportunidades valiosas en lo cotidiano, nos perdemos de los detalles, de pensar en la realidad de aquellas personas que nos rodean. Por ejemplo, podemos estar motivados a vivir el amor o la misericordia y nos quedamos aguardando una gran obra, una gran oportunidad, mientras que hay tantos a nuestro alrededor, con quienes podemos vivirla, con pequeños detalles que cambian la vida: un gesto, un abrazo, una muestra de cariño.

No es cuestión de sólo hacer obras de caridad o servicios puntuales, de lo que se trata y a lo cual Dios nos invita es a transformar nuestra manera de comprender la realidad y vivir en una lógica más generosa y solidaria entre nosotros que impregne toda nuestra existencia; es pasar de una lógica y una cultura de la indiferencia a una cultura de la compasión; compasión a semejanza de la de Cristo que como diría el Papa: “Es la misma compasión con la cual el Señor viene a encontrar a cada uno de nosotros. Él no nos ignora, conoce nuestros dolores, sabe cuánta necesidad tenemos de ayuda y consolación. Está cerca y no nos abandona jamás”[10].

Será importante servir con humildad, reconociendo que también nosotros somos necesitados. La experiencia nos enseña que cuando servimos con amor, con dedicación y con generosidad a alguna persona necesitada, recibimos mucho. Por un lado se nos llena el corazón de una auténtica y profunda alegría y se renueva nuestra esperanza de que es posible transformar el mundo a través de la vivencia del amor recíproco. Por otro lado podemos damos cuenta de ¡cuánta necesidad tenemos de los demás, para muchas áreas de nuestra vida! La sabiduría del anciano, la inocencia del niño, la fe del que sufre, la paciencia del enfermo, la alegría al recibir lo pequeño… pueden hacernos notar cuánto nos falta y qué necesitados somos de la ayuda de los demás.

Finalmente, resaltar cómo puede engrandecerse nuestra experiencia de amistad con otros cuando vivimos en la lógica de dar y de entregarnos por los demás. Cuando no nos miramos tanto a nosotros mismos, de manera egoísta, sino que pensamos en quienes tenemos a nuestro costado, podremos hacer más sólidos nuestros vínculos de amistad y también se abrirán nuevas relaciones con personas que quizá no teníamos tan cerca o con los cuales no nos imaginábamos que pudiéramos tener una amistad que pudiera llenar tanto nuestra vida.


[1] Lucas 10, 25-37 – Parábola del Buen Samaritano

[2] Ver Papa Francisco: Homilia en Santa Marta 08/01/2019

[3] Ver Segundo Galilea, La Amistad de Dios. El cristianismo como amistad, Paulinas, Madrid 1987, 11. 

[4] Ver Camino Hacia Dios 258, http://mvcweb.org/wp-content/uploads/2018/11/CHD-258-Amigos-en-Cristo-TEXTO.pdf

[5] Ver Benedicto XVI: Ángelus Domingo 15 de julio de 2007

[6] Ver Juan Pablo II, Jornada Mundial por la Paz, 1998.

[7] Papa Francisco, Homilía del Corpus Christi de 2013.

[8] San Juan Pablo II, Encuentro con los pueblos jóvenes, Villa el Salvador, Perú. 1985.

[9] Papa Francisco. Audiencia General 04/27/2016

[10] Allí mismo.