#Virgen María #María #Anunciación #Encarnación

CHD 282:  María, llena eres de Gracia


 “¡Alégrate! Llena eres de Gracia, el Señor está contigo”. (Lc 1,28) Estas son las palabras con las que el Ángel Gabriel saluda a María y han servido de inspiración para que nos acerquemos a nuestra Madre con las palabras: “Llena de Gracia”. Nos aproximamos entonces, también nosotros a profundizar el significado de este misterioso saludo, más cuando, el ángel Gabriel, que es un mensajero, nos está transmitiendo las palabras del mismo Dios sobre la Virgen María. Tan importante es el asunto, que la misma María, quedó sorprendida por estas palabras y en su actitud orante y de profunda madurez, se conturbó y se preguntó: ¿Qué significará este saludo? (Lc 1, 29). A esto el mismo ángel, tranquiliza a nuestra madre y le dice: No temas María, porque has hallado “gracia” delante de Dios.  

Nos disponemos entonces a meditar y profundizar en aquellas palabras del ángel, dirigidas a nuestra madre María, de manera que podamos conocerla mejor y así amarla más. También nos quisiéramos adentrar en el misterio de la Gracia que Dios derrama en María y en cada uno de nosotros, así como en su cooperación y su invitación a que vivamos también nosotros bajo la gracia de Dios.  

1. Una mirada al pasaje Lucano

Al profundizar en el saludo del ángel Gabriel a María, es muy interesante reconocer su conexión con los siguientes versículos, sobre todo al darnos cuenta que existe un paralelo entre las palabras del ángel y el profeta Sofonías 3, 14-17

De esta manera podemos entender que Lucas, nos está hablando de la alegría mesiánica y que nos encontramos ante un momento único y especial, el momento de la gran Buena Noticia, la presencia del Hijo de Dios en medio de nosotros.

Si pensamos un poco más, podemos darnos cuenta que el mensajero, expresa un mensaje de alegría, porque brota de alguien que está alegre. Dios está alegre, porque ha preparado desde siempre, su presencia en medio de nosotros, porque ha hallado en María, a la mujer, en la que puede depositar la gran Gracia, que es nuestro señor Jesucristo.

El “Alégrate” nos habla de una gran Buena Noticia. Y si seguimos profundizando, nos vamos a acercar al motivo de esa alegría, que es la presencia del Señor en medio de María.  El saludo del Ángel, es una gran Buena Noticia y por ello invita a María a la alegría. Así podemos tomar conciencia de que el comienzo del evangelio es una llamada a la alegría, que procede de Dios y que es anunciada a la nueva Hija de Sión, a María.

La siguiente palabra que debemos profundizar es:  kejaritoméne( κεχαριτωμενη)[1]  

Etimológicamente esta palabra no es sencilla de descifrar. Lo primero que salta a la vista es que el verbo usado por el ángel, solo aparece una vez más en Efesios 1, 6, lo cual habla de lo especial y único de esta palabra dirigida a María.  

La raíz de la palabra es χαριτόω, que viene de χαρις (gracia), también sabemos que se encuentra en forma pasiva, por lo que podemos comprenderla de la siguiente manera: aquella que ha sido transformada por la gracia de Dios, aquella que ha sido llenada de gracia. Esto se entiende mucho más cuando el ángel le aclara a María, que no debe temer, porque el Señor está con ella. Así sabemos que María, es causa del regocijo de Dios, es mirada con amor, es llena de su presencia.  

Para seguir profundizando en el significado de esta palabra, podemos revisar las traducciones que se han hecho de esta palabra, entre las que podemos encontrar:

Graciosa: Que subraya la cualidad de belleza en general (Erasmo);
Llena de gracias: que es la primera versión latina. Privilegiada, favorecida, agraciada: Acentúa la acción de Dios al ofrecer a María un favor y privilegio Contemplada: porque Dios mira, contempla la doncella de Nazaret y la transforma en el templo del Espíritu Santo.
Amada de Dios: traducción que pone de relieve el aspecto personal de la relación entre Dios y María.  

Al analizar estas traducciones podemos comprender que María es mirada por Dios y elegida, es llena del favor de Dios y que esto significa que el Señor está con ella. Hablando de la cercanía entre las palabras: Llena de gracia y el Señor está contigo, nos dice el catecismo:    

Llena de gracia, el Señor es contigo”: Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia. “Alégrate [...] Hija de Jerusalén [...] el Señor está en medio de ti” (So 3, 14, 17a)[2].  

Nos damos cuenta que estamos ante una dinámica relacional en la que Dios, que es una persona, se relaciona con María, que también es persona. Dios es la Gracia misma, la misma fuente de la gracia y llena a María de su presencia. A su vez María, se abre al don de Dios y a su gracia desde su libertad.

Adentrarnos en María, como llena de Gracia, nos acerca al misterio de María, como la llena de Dios y nos acerca a su corazón que se deja llenar de Dios, abre su libertad para que Dios entre ella, y precisamente la llene con su presencia, de manera que María se convierte en toda hermosa (tota pulchra) porque es amada, Inmaculada y Toda Santa ( Panaghia)[3]. 

2. María llena de un Dios de Gracia

Cuando meditamos en María, llena de Gracia, nos acercamos a meditar en Dios, que regala sus dones y sobre todo se entrega a sí mismo.

El libro del éxodo nos dice que Yahveh es un Dios de ternura y gracia, es un Dios que se compadece, se acerca, derramas sus dones en sus siervos, “es tardo a la ira y rico en misericordia y fidelidad” (Ex 34, 6).  En Dios la gracia es a la vez misericordia que se interesa por la miseria ( hen), fidelidad generosa a los suyos( hesed), solidez inquebrantable en sus compromisos ( emet), adhesión de corazón y de todo el ser a los que ama ( rahamim), justicia inagotable (sedeq).[4]

Meditar en el Dios de la gracia nos invita a recordar las palabras de los salmos: Oh Dios, los hombres se refugian a la sombra de tus alas, se sacian de la sobreabundancia de tu casa y los abrevas en el torrente de tus delicias (Salmo 36, 8) o también como nos dice el salmo 62, 4: Porque tu gracia (hesed) es mejor que la vida” y con ello meditamos en que la vida que es un don tan hermoso, se hace poco, ante el gran don de la gracia que hace nuestra vida más rica y más plena.

Por eso nuevamente cuando miramos a María, como llena de Gracia, nos adentramos a su enseñanza de abrirse a la acción de Dios y permitir que su Gracia obre grandes maravillas.

En efecto a lo largo de su vida, vemos a María, que permitió que la Gracia de Dios actuará en ella, de manera que aprendió a ser dócil a sus inspiraciones. En María no vemos a la mujer autosuficiente, pero tampoco a la mujer pasiva, sino que la vemos en una actitud de cooperación activa. A María la vemos como la mujer que se deja llenar, amar, ella acoge los dones de Dios en su vida y los derrama en abundancia.

3. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí

En Santa María, aprendemos a vivir el Evangelio como la gran Buena Noticia, que nos ha transformado y alegra. La llena de gracia, nos mueve a vivir el Evangelio, no solo como una promesa, sino como una realidad viva a lo largo de nuestra historia, como una presencia de Dios que continuamente ha derramado su gracia en nuestras vidas para llenarla de amor, reconciliación, misericordia, bondad. María, que andaba en verdad, es la primera en reconocer, que el poderoso ha hecho obras grandes en ella:

“Alaba mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” (Lc 1,46-47).

En María vemos aquella actitud humilde que glorifica a Dios, se alegra y maravilla. Definitivamente meditar en aquellas palabras del magníficat de María, nos llevan a vislumbrar la personalidad alegre, bondadosa, generosa, reconciliada de María.

Meditar en María llena de gracia, nos debe llevar a reconocer que, así como nuestra Madre ha sido salvada por la gracia de Cristo, así nosotros también, hemos sido reconciliados por Él.

Que proclamemos también nosotros, que el poderoso ha hecho obras grandes en nosotros, de manera que podamos dar gracias, llenos de alegría, a semejanza de nuestra Madre y San Pablo:

“Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo. Así ya no os falta ningún don de gracia” (1 Co 1, 1-6)

4. María, gran canal de Gracia  

En María, llena de gracia, contemplamos la armonía de la relación entre la criatura y su creador, la realidad de aquellas palabras de Benedicto XVI cuando decía: “Cristo, no quita nada, lo da todo”. En Santa María, descubrimos la invitación a permitir que Dios entre en nuestras vidas y no temer dejarnos amar y llenar de la gracia de Dios, que quiere derramar sus dones en cada uno de nosotros. Nos vemos motivados a unir nuestra libertad en cooperación con aquella gracia que nos transforma llevándonos a la plenitud de nuestra identidad, a alcanzar la semejanza con el Hijo.  

En el libro de los hechos de los apóstoles, vemos que la Iglesia naciente, se reunía en oración para recibir el Espíritu Santo, en compañía de María, la madre de Jesús (Hechos 1, 14). De esta manera, nuestra madre, impulsa a la naciente Iglesia a abrirse a la acción del Santo Espíritu, así como nos sigue impulsando a cada uno de nosotros a dejarnos tocar por la gracia que Dios sigue derramando en nuestros corazones.

Finalmente, contemplar a María llena de Gracia, nos lleva a mirar a la Iglesia, llena de Gracia, porque nuestra madre está íntimamente unida con la Iglesia[5]. Reconocer la acción maternal de María, también nos invita a reconocer esa misma acción de la Iglesia, que como dice la Lumen Gentium: “contempla su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad”[6]. La Iglesia, con la mirada puesta en María, también es Madre, por eso fijándose en María, sigue su ejemplo para brindar cuidados maternales a sus hijos bautizados.

Que crezca en nosotros el amor por nuestra madre María y por nuestra madre la Iglesia. Tomemos cada vez más conciencia que por la gracia somos lo que somos y que por la gracia Dios hace maravillas en nuestras vidas. Permitamos obrar la gracia en nuestras vidas, dejémonos llenar, como lo hizo María y como nos exhortaba San Pablo:

“Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios” (2 Co 6,1)

 

PUNTOS PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Cómo se encuentra mi conciencia acerca de la importancia de la Gracia de Dios en mi vida espiritual?
2. ¿Qué tanto podrías decir como María: ¿Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque el Señor ha hecho obras grandes en mí?
3. Medita en el saludo del ángel a nuestra Madre María: “¡Alégrate! Llena eres de Gracia, el Señor está contigo”. (Lc 1,28).
Pídele al Señor Jesús, que su presencia en tu vida, a través de la gracia, aleje de tu vida el temor, la llene de alegría y te haga experimentar los frutos de su amor. Pídele a María, que te permita abrirte a la gracia de Dios y que te enseñe a unir tu libertad a la acción que Dios quiere realizar en ti.

 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

[1] Ver Cuellar, Miguel Ponce (2001); María, madre del redentor y madre de la Iglesia. Herder: Barcelona.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica 2676

[3] Ver Cantalamessa Raneiro ( 1989). María, espejo de la Iglesia. Edicep: Valencia.

[4] Ver Leon-Dufour (1975) Vocabulario de teología bíblica. Herder: Barcelona

[5] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 63.

[6] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 64.