El apostolado brota de un corazón que ama al Señor Jesús y que quiere seguirlo. Para ello necesitamos buscar caminos audaces y creativos, encarnados a las personas a las que queremos llevar hacia Él. Por esto en este Camino Hacia Dios, reflexionaremos en las pautas que nos da el Papa Francisco para renovarnos y ser una “Iglesia en salida”.
«Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación»[1].
Como miembros de la Iglesia estamos invitados desde nuestro bautismo a colaborar con su misión evangelizadora: Anunciar a Jesús muerto y resucitado por amor a nosotros, para reconciliarnos. Esta opción misionera es la razón de ser de la Iglesia y por eso todo debe estar orientado en esa dirección. Nuestra identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con Él, el reino de amor, justicia y paz para todos: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33).
«Toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial» San Juan Pablo II Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Oceania (22 noviembre 2001), 19
Hoy, para renovar nuestro apostolado estamos llamados a conocer y comprometernos con la realidad del mundo en que vivimos. A veces relegamos el compromiso con el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior. Se olvida que «no es que la vida tenga una misión, sino que es misión»[2].
«Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están[3]».
El llamado del Papa Francisco es fuerte, claro y audaz. Pide a toda la Iglesia una conversión apostólica. Esto significa actualizar y a veces transformar la manera como la Iglesia evangeliza. Para llevar a cabo esta tarea es necesario no tener miedo a lo nuevo. Y como toda renovación cristiana empieza por uno mismo, lo primero que debe ser renovado es nuestro encuentro personal con Jesucristo[4].
¿En el esfuerzo por tu conversión personal, incluyes el renovar la actitud apostólica que tienes en tu vida? Detente a pensar que tienes que cambiar.
Una vida espiritual intensa que nos lleva a la conversión personal y la misión apostólica no se oponen, por el contrario, se complementan. Cada uno en sus propias vidas está llamado a integrarlos. Necesitamos los momentos de quietud, soledad y silencio ante Dios para poder percibir de frente la propia verdad, y así encontraremos las grandes motivaciones que nos impulsan a vivir a fondo las propias tareas.
¿Reconoces que necesitas detener las carreras frenéticas para recuperar un espacio personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios? Si es así, toma decisiones al respecto para cambiar de actitud.
«No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de santificación. Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión»[6].
Esta renovación personal pasa por dejarnos amar por el Señor para que el cambie todo aquello que deba ser transformado.
«¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. (…) Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría».
«La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”»[7].
Si pretendemos poner todo en clave de misión, necesitamos crecer en la interpretación de la Palabra revelada y en la comprensión de la verdad, para así comunicar con un lenguaje adecuado para la mentalidad del hombre de hoy, el núcleo esencial del Evangelio, que es lo que otorga sentido, hermosura y atractivo al mensaje. A veces, incluso, escuchando en un lenguaje completamente ortodoxo lo que se recibe, debido al lenguaje que se utiliza, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo[8].
Por otro lado, para hacer apostolado en algunas situaciones, será muy necesario cambiar costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas, a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio, en orden a que todo «se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual»[9].
Para esta renovación es muy importante discernir en sintonía con el Espíritu, los cambios que de manera audaz y creativa debemos realizar.
Esta renovación a la que somos llamados debe dar paso a la creatividad. Recordemos siempre que la propuesta cristiana es siempre nueva, y es así, porque procede de Dios. Nunca envejece porque cuenta siempre con la asistencia del Espíritu Santo que reparte sus dones y suscita carismas variados entre los fieles a lo largo de la historia.
¿Los esquemas por los que buscamos evangelizar son aburridos? Si es así, toca abrirnos a la gracia y buscar ser creativos.
«Jesucristo (…) puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina»[10]… «Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades»[11].
Esta tarea propuesta por el Papa Francisco no es fácil, pero ciertamente es muy necesaria. La creatividad es fundamental en la evangelización, como lo demuestran muchos santos y santas en su variado apostolado en diferentes épocas. Se trata de discernir y buscar alternativas evangelizadoras o nuevas maneras de presentar al Señor, adecuadas a cada tiempo y lugar.
«Es necesario comenzar por salir del ambiente enfermizo de preocupaciones egoístas. ….. Que se olviden pues, de sí y se preocupen de los demás, de hacerles algún bien, de servirlos». San Alberto Hurtado.
Pero nunca hay que olvidarse que la iniciativa es siempre de Dios mismo. Hay que ser audaces, pero siempre sabiendo que la obra es ante todo de Él. No es una obra humana y por eso «la verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir»[12]. «En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios»[13]. Nos toca estar abiertos a la gracia de su Espíritu, porque la novedad es aquella que el Señor inspira.
Por tu docilidad al Espíritu, se puede hacer presente Jesús en la historia, se puede actualizar su obra. ¿Qué medios puedes poner para ser una persona de oración y acción?
«Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre “nueva”»[14].
Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. Nos lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando la respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. ¡Dios no tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no le teme a las periferias.
El Espíritu Santo llenó de coraje a los apóstoles y los llevó a anunciar a Jesucristo con parresía, es decir con audacia, entusiasmo, a hablar con libertad, fervor apostólico, empuje evangelizador. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite «No tengáis miedo» (Mc 6,50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Estas palabras nos permiten caminar y servir con esa actitud llena de coraje que suscitaba el Espíritu Santo en los Apóstoles[15].
El Espíritu nos mueve a realizar la obra de Jesús en función de las personas y necesidades de nuestro tiempo. ¿Qué puedes hacer hoy? ¿A quiénes puedes anunciar a Jesús? ¿Cómo?
El Papa Francisco busca «alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo»[16]. Este fervor es una invitación a estar apasionados por la misión. Cada cristiano está llamado a experimentar en su interior el fuego del Espíritu que lo llama a ser discípulo y misionero, como el Apóstol San Pablo: «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1Co 9, 16).
El dinamismo se refiere a estar en movimiento, a ser «Iglesia en salida»[17]. Un bello ejemplo es Nuestra Madre Santa María, quien salió de su tierra para servir y llevar la Buena Nueva a su prima Isabel. El dinamismo es una invitación a no estar acomodados y a ser una «comunidad de discípulos misioneros que “primerean”, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan»[18].
«Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demora, sin asco y sin miedo»[19].
¿Qué obstáculos encuentras en ti para anunciar a Jesús en tu família, tu centro de estudios, trabajo, a tus amigos…?
Llenos de fervor y dinamismo, sigamos esta opción misionera que el Papa Francisco nos propone hoy, para que desde nuestra conversión apostólica colaboremos en la renovación de la Iglesia, anunciando a Cristo a todas las personas (cf. Mc 16,15).
Hablando a los movimientos eclesiales, el Papa Francisco exhortó:
«Ustedes ya han aportado muchos frutos a la Iglesia y al mundo entero, pero aportarán otros aún mayores con la ayuda del Espíritu Santo, que siempre suscita y renueva dones y carismas, y con la intercesión de María, quien no cesa de socorrer y acompañar a sus hijos. Vayan delante: siempre en movimiento… ¡No paren nunca! ¡Siempre en movimiento!»[20].
[1] Evangelii Gaudium, 27.
[2] Ver Gaudete Et Exsultate, 27.
[3] Evangelii Gaudium, 25.
[4] Ver Evangelii Gaudium, 3.
[5] Gaudete Et Exsultate, 26.
[6] Evangelii Gaudium, 3.
[7] Evangelii Gaudium, 33.
[8] Ver Evangelii Gaudium, 41.
[9] Evangelii Gaudium, 27.
[10] Evangelii Gaudium, 11.
[11] Evangelii Gaudium, 33.
[12] Evangelii Gaudium, 12.
[13] Evangelii Gaudium, 12.
[14] Evangelii Gaudium, 11.
[15] Ver Gaudete Et Exsultate, 129.
[16] Evangelii Gaudium, 17.
[17] Evangelii Gaudium, 20.
[18] Evangelii Gaudium, 23.
[19] Evangelii Gaudium, 24.
[20] Papa Francisco, III Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y las Nuevas Comunidades.