Lecturas de la Misa del día
Ct 2,8-14 o bien: Sof 3,14-18a / Sal 32,2-3.11-12.20-21 (R.: 1a-3a) / Lc 1,39-45
Viene mi amado, saltando sobre los montes.
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 2,8-14
¡La voz de mi amado!
Vedlo, aquí llega,
saltando por los montes,
brincando por las colinas.
Es mi amado un gamo,
parece un cervatillo.
Vedlo parado tras la cerca,
mirando por la ventana,
atisbando por la celosía.
Habla mi amado y me dice:
«Levántate, amada mía,
hermosa mía y ven.
Mira, el invierno ya ha pasado,
las lluvias cesaron, se han ido.
Brotan las flores en el campo,
llega la estación de la poda,
el arrullo de la tórtola
se oye en nuestra tierra.
En la higuera despuntan las yemas,
las viñas en flor exhalan se perfume.
Levántate, amada mía,
hermosa mía, y vente.
Paloma mía, en las oquedades de la roca,
en el escondrijo escarpado,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz:
es muy dulce tu voz
y fascinante tu figura».
Palabra de Dios.
o bien:
El Señor se alegra con júbilo en ti.
Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel;
regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén.
El Señor ha revocado tu sentencia,
ha expulsado a tu enemigo.
El rey de Israel, el Señor,
está en medio de ti,
no temerás mal alguno.
Aquel día dirán a Jerusalén:
«¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!»
El Señor tu Dios está en medio de ti,
valiente y salvador;
se alegra y goza contigo,
te renueva con su amor;
exulta y se alegra contigo
como en día de fiesta.
Palabra de Dios.
Sal 32,2-3.11-12.20-21 (R.: 1a-3a)
R/. Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.V/. El plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,39-45
En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra del Señor.
“¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Señor Jesús, así como Juan el Bautista reconoció tu presencia desde el seno de su madre, te pido yo también que pueda reconocer tus palabras en esta oración, y dejar que tu venida transforme mi vida.
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Te pido perdón Señor por mis pecados. Ayúdame a confiar en tu amor misericordioso que siempre perdona a quien en verdad se arrepiente, y así pueda renovarme en la lucha por alcanzar la santidad.
Lectura Bíblica
“¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” Lc 1,39-45
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de Ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
El Papa Benedicto XVI nos invita a profundizar en el dogma de la Asunción:
«Me felicitarán todas las generaciones». Nosotros podemos alabar a María, venerar a María, porque es “feliz”, feliz para siempre. Y este es el contenido de esta fiesta. Feliz porque está unida a Dios, porque vive con Dios y en Dios. El Señor, en la víspera de su Pasión, al despedirse de los suyos, dijo: «Voy a prepararos una morada en la gran casa del Padre. Porque en la casa de mi Padre hay muchas moradas» (ver Jn 14,2). María, al decir: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra», preparó aquí en la Tierra la morada para Dios; con cuerpo y alma se transformó en su morada, y así abrió la Tierra al Cielo. San Lucas, en el pasaje evangélico que acabamos de escuchar, nos da a entender de diversas maneras que María es la verdadera Arca de la alianza, que el misterio del Templo —la morada de Dios aquí en la Tierra— se realizó en María. En María Dios habita realmente, está presente aquí en la Tierra. María se convierte en su Tienda. Lo que desean todas las culturas, es decir, que Dios habite entre nosotros, se realiza aquí. San Agustín dice: «Antes de concebir al Señor en su cuerpo, ya lo había concebido en su alma». Había dado al Señor el espacio de su alma y así se convirtió realmente en el verdadero Templo donde Dios se encarnó, donde Dios se hizo presente en esta Tierra.
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Qué me dice el Evangelio que he leído?
2. ¿Cómo ilumina mi vida?
3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
Gracias Señor por haberme regalado a Santa María como mi Madre. Que siguiendo sus pasos y aprendiendo de su Inmaculado Corazón, pueda a su lado llegar a alcanzar la tan anhelada eternidad. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén