Evangelio del día

Lecturas de la Misa del día

#María #Presentación de María
La Presentación de la Bienaventurada Virgen María

Za 2,14-17 / Lc 1,46-47.48-49.50-51.52-53.54-55 (R.: 49) / Mt 12,46-50

PRIMERA LECTURA

Alégrate, hija de Sión, que yo vengo.

Lectura de la profecía de Zacarías     2,14-17

Alégrate y goza, hija de Sión,
que yo vengo a habitar dentro de ti
—oráculo del Señor—.

Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos,
y serán pueblo mío.

Habitaré en medio de ti,
y comprenderás que el Señor de los ejércitos
me ha enviado a ti.

El Señor tomará posesión de Judá
sobre la tierra santa
y elegirá de nuevo a Jerusalén.

Calle toda carne ante el Señor,
cuando se levanta en su santa morada.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Lc 1,46-47.48-49.50-51.52-53.54-55 (R.: 49)

R/. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R/.

Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R/.

Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R/.

Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R/.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como la había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R/.

Aleluya y versículo antes del evangelio     Lc 11, 28

Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

EVANGELIO

Señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos”

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo     12,46-50

En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno le avisó:

—«Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo».

Pero él contestó al que le avisaba:
—«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»

Y señalando con la mano a los discípulos, dijo:
—«Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».

Palabra del Señor.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

Oración Inicial

Señor Jesús, reconozco tu presencia en mi vida y te pido me acompañes particularmente en este momento de oración. Dame la luz de tu Espíritu para aprender a discernir tu Voluntad. Que aprenda, Señor, a ser de tu “familia”, cumpliendo en todo momento la voluntad del Padre que está en los cielos.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Tú lo sabes todo, Señor, y sabes que muchas veces me alejo de tu Plan de Amor viviendo en una tierra extraña. Tú conoces mi pecado y mi fragilidad. Pero también sabes que mi corazón anhela entregarse a Ti, a pesar de mis pequeñeces. Te pido perdón por todas mis faltas y pecados y te ruego, Buen Señor, que me acerques cada vez más a tu Corazón.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“El que hace la voluntad de mi Padre ese es mi hermano” (Mt 12,46-50)

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?”. Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Lectura Espiritual breve

Lee este texto de San Juan Pablo II que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio

Se trata de un episodio que, a primera vista, puede desconcertar. Por una parte, se nota el afecto de María y de los parientes hacia Jesús, los cuales le quieren, le siguen, viven en ansias por El, a veces incluso quedan perplejos ante sus discursos y su conducta; por otra parte, se ve la adhesión de las turbas a Jesús, anhelantes de escuchar con atención su palabra. Y Jesús, cuando le anuncian que su Madre y sus parientes desean verle, echando una mirada sobre la muchedumbre, dice: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 31-35).

Jesús con palabra serena parece apartarse de los afectos humanos y terrenos, para afirmar un tipo de parentesco espiritual y sobrenatural que deriva del cumplimiento de la voluntad de Dios. Ciertamente, Jesús con esa frase no quería eliminar el propio amor a su Madre y a sus parientes, ni mucho menos negar el valor de los afectos familiares. Más aún, precisamente el mensaje cristiano subraya continuamente la grandeza y la necesidad de los vínculos familiares. Jesús quería, en cierto modo, anticipar o explicar la doctrina fundamental de la vid y los sarmientos, esto es, de la misma vida divina que pasa entre Cristo Redentor y el hombre redimido por su “gracia”. Al cumplir la voluntad de Dios, somos elevados a la dignidad suprema de la intimidad con El.  (…) Se trata de descubrir cuál es en efecto la voluntad del Altísimo. En general, se puede decir que ante todo hacer la voluntad de Dios significa acoger el mensaje de luz y de salvación anunciado por Cristo, Redentor del hombre.

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2. ¿Cómo ilumina mi vida?
3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
4. ¿Qué me falta para ser más como Él?

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias, Señor por este momento de oración y de encuentro contigo. Ayúdame a cumplir siempre tu Plan, a ser de aquellos “familiares” tuyos, a tenerte siempre presente en mis pensamientos, en mi corazón y en mis acciones. Dame, Señor, la fuerza de tu gracia para que, con mi humilde cooperación, pueda ira dando con mis acciones gloria al Padre.  Amén.

Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...

Consagración a María

Termina esta oración rezándole a María.

Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.

Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente.

Amén

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.