Para enriquecer nuestro espíritu y fe
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Al iniciar la oración, debe estar encendida la primera vela morada de la corona.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
MONITOR: Continuamos en este camino hacia la Navidad. Hoy encenderemos la segunda vela de la corona de Adviento en un espíritu de oración y contemplación del misterio del nacimiento del Señor Jesús. Pidamos al Señor que ante todo sea Él el protagonista de este tiempo y que prepare nuestros corazones para su venida. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.
LECTOR 1: Lectura del santo Evangelio según san Lucas 3, 1-6:
«El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.». Palabra de Dios.
TODOS: Te alabamos Señor.
MONITOR: Hacemos un momento de silencio para meditar en lo que hemos escuchado.
MONITOR: «La voz del Bautista grita también hoy en los desiertos de la humanidad. ¿Cuáles son los desiertos de hoy? Las mentes cerradas y los corazones duros, y nos hace preguntarnos si en realidad estamos en el buen camino, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, nos advierte con las palabras del profeta Isaías: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Es una apremiante invitación a abrir el corazón y acoger la salvación que Dios nos ofrece incesantemente, casi con terquedad, porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del pecado.
Pero el texto del profeta expande esa voz, preanunciando que “toda carne verá la salvación de Dios”. Y la salvación se ofrece a todo hombre, todo pueblo, sin excepción, a cada uno de nosotros. Ninguno de nosotros puede decir: «Yo soy santo, yo soy perfecto, yo ya estoy salvado». No. Siempre debemos acoger este ofrecimiento de la salvación. (...)
Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a dar a conocer a Jesús a quienes todavía no lo conocen. Y esto no es hacer proselitismo. No, es abrir una puerta. «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16), declaraba san Pablo. Si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, y nos la cambia cada vez que acudimos a Él, ¿cómo no sentir la pasión de darlo a conocer a todos los que conocemos en el trabajo, en la escuela, en el edificio, en el hospital, en distintos lugares de reunión? Si miramos a nuestro alrededor, nos encontramos con personas que estarían disponibles para iniciar o reiniciar un camino de fe, si se encontrasen con cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos?
Os dejo esta pregunta: «¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesús me ofrece y me da la salvación?». Y, si estoy enamorado, debo darlo a conocer. Pero tenemos que ser valientes: bajar las montañas del orgullo y la rivalidad, llenar barrancos excavados por la indiferencia y la apatía, enderezar los caminos de nuestras perezas y de nuestros compromisos.»
Papa Francisco, Ángelus del 6 de diciembre de 2015
MONITOR: Con el firme propósito de avivar en nuestro corazón el amor de Dios, vamos a encender la segunda vela de nuestra corona mientras cantamos Hoy se enciende una llama al final de la página (o algún otro villancico).
Se enciende la segunda vela morada de la corona.
LECTOR 3: Con el corazón lleno de agradecimiento por los dones que Dios nos concede, elevemos nuestras peticiones respondiendo todos juntos: “Prepara, Señor, nuestros corazones”.
Pidamos por la Santa Iglesia Católica, para que los fieles puedan ser en el mundo verdadero testimonio del amor de Dios. Roguemos a Dios.
Pidamos por todas aquellas personas alejadas de la Iglesia y de la fe, para que el Señor toque sus corazones con su amor y puedan responder a su llamada. Roguemos a Dios.
Por la paz en el mundo, especialmente pidamos por los gobernantes de las naciones, para que busquen siempre la justicia y la reconciliación. Roguemos a Dios.
Por los más pobres, los necesitados, por los que sufren la injusticia, y por los enfermos, para que se acojan con fe al amor de Dios y nunca pierdan la esperanza. Roguemos a Dios.
Por nuestra familia, para que el Señor nos conceda la gracia de la conversión y sea el Niño Jesús quien habite en nuestros corazones. Roguemos a Dios.
MONITOR: Con la confianza de sabernos hijos de Dios, dirijamos a nuestro Padre la oración que el mismo Jesús nos enseñó: Padre Nuestro…
MONITOR: Ahora, cada uno de nosotros tomará un regalo que vamos a ofrecer al niño Jesús durante esta semana con la intención de avivar nuestro amor por Él.
MONITOR: Terminemos nuestra oración pidiendo a Nuestra Madre, Santa María, que sea ella quien nos guíe durante este Adviento. Rezamos todos juntos un Ave María.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA
EN LA CORONA DE ADVIENTO
QUE ARDA NUESTRA ESPERANZA
EN EL CORAZÓN DESPIERTO
Y AL CALOR DE LA MADRE
CAMINEMOS ESTE TIEMPO