Para enriquecer nuestro espíritu y fe
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Ubicar en una mesa, a la vista de todos, la corona de Adviento sin ninguna vela encendida. Se puede colocar una imagen de la Virgen María junto a la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la primera vela morada de la corona.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
MONITOR: Con toda la Iglesia celebramos el primer domingo de Adviento. Hoy comienza un camino de conversión que nos llevará, de la mano de María, hacia el Dios hecho hombre, hacia Jesús, quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Como símbolo de la preparación interior, encendemos hoy el primer cirio de la corona de Adviento. La luz, que disipa las tinieblas, nos recuerda que Jesús viene a iluminar nuestra existencia y al mundo entero. La Iglesia nos invita a esperar con fe, esperanza y caridad. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.
LECTOR 1: Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 25-28.34-36:
«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.» Palabra de Dios.
TODOS: Te alabamos Señor.
MONITOR: Hacemos un momento de silencio para meditar en lo que hemos escuchado.
MONITOR: «Necesitamos estar atentos para no arrastrar nuestros días a la costumbre, para no ser agobiados —dice Jesús— por las cargas de la vida (cf. v. 34). Los afanes de la vida nos pesan. Hoy, pues, es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué pesa en mi corazón? ¿Qué es lo que pesa en mi espíritu? ¿Qué me hace sentarme en el sillón de la pereza? Es triste ver cristianos “en el sillón”. ¿Cuáles son las mediocridades que me paralizan, los vicios, cuáles son los vicios que me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza? Y con respecto a las cargas que pesan sobre los hombros de los hermanos, ¿estoy atento o soy indiferente? Estas preguntas nos hacen bien, porque ayudan a guardar el corazón de la acedia.
Pero, padre, ¿qué es la acedia? Es un gran enemigo de la vida espiritual, también de la vida cristiana. La acedia es esa pereza que nos sume, que nos hace resbalar, en la tristeza, que nos quita la alegría de vivir y las ganas de hacer. Es un espíritu negativo, es un espíritu maligno que ata al alma en el letargo, robándole la alegría. Se comienza con aquella tristeza, se resbala, se resbala, y nada de alegría. El Libro de los Proverbios dice: "Guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (Pr 4,23). Guarda tu corazón: ¡eso significa estar atento, vigilar, estar atento! Estén atentos, guarda tu corazón.
Y añadamos un ingrediente esencial: el secreto para ser vigilantes es la oración. Porque Jesús dice: "Estén atentos orando en todo momento" (Lc 21,36). Es la oración la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando sentimos que nuestro entusiasmo se enfría, la oración lo reaviva, porque nos devuelve a Dios, al centro de las cosas. La oración despierta el alma del sueño y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia. Incluso en los días más ajetreados, no descuidemos la oración.»
Papa Francisco, Ángelus del 28 de noviembre de 2021
MONITOR: Con el firme propósito de avivar en nuestro corazón el amor de Dios, vamos a encender la segunda vela de nuestra corona mientras cantamos Hoy se enciende una llama al final de la página (o algún otro villancico).
Se enciende la primera vela morada.
LECTOR 3: Con el corazón lleno de alegría por los dones que Dios nos concede, elevemos nuestras peticiones respondiendo todos juntos: “Envía, Señor, tu luz”.
Pidamos por la Santa Iglesia Católica, para que durante este tiempo de Adviento pueda prepararse para acoger la venida de Aquel que nos trae la reconciliación. Roguemos al Señor.
Pidamos por los cristianos que son perseguidos a causa de la fe, para que su testimonio de amor a Cristo sea luz para el mundo entero. Roguemos a Dios.
Por la paz en el mundo, especialmente en los lugares donde reina la injusticia y la guerra, para que la esperanza que trae el Niño Jesús sea siempre motivo de buscar la verdad y la paz. Roguemos a Dios.
Por los más pobres, los necesitados, por los que han sido abandonados, y por los enfermos, para que se acojan con fe al amor de Dios. Roguemos a Dios.
Por nuestra familia, para que el Señor nos conceda la gracia de vivir con alegría este tiempo de Adviento y podamos así dar testimonio del amor de Dios a los demás. Roguemos a Dios.
MONITOR: Con la confianza de sabernos hijos de Dios, dirijamos a nuestro Padre la oración que el mismo Jesús nos enseñó: Padre Nuestro…
MONITOR: Terminemos nuestra oración pidiendo a Nuestra Madre, Santa María, que sea ella quien nos guíe durante este tiempo de Adviento. Rezamos todos juntos un Ave María.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA
EN LA CORONA DE ADVIENTO
QUE ARDA NUESTRA ESPERANZA
EN EL CORAZÓN DESPIERTO
Y AL CALOR DE LA MADRE
CAMINEMOS ESTE TIEMPO