Piura, Perú | 14-11-2024
Cada domingo por la mañana, un grupo de jóvenes del Movimiento de Vida Cristiana (MVC) se reúne en el Hospital Cayetano Heredia de Piura. Los voluntarios de Siloé comparten momentos de oración, catequesis y música con los niños hospitalizados y sus familias, llevando mensajes de esperanza en medio de la enfermedad.
Angélica Castillo, encargada de Siloé, nos explicó que su preparación incluye formación para los voluntarios, asegurando que cada mensaje de fe sea transmitido de la manera más efectiva y significativa. “Nos acompaña un sacerdote diocesano como asesor espiritual, y junto a él planificamos los temas de cada semana para los voluntarios”.
La jornada de los domingos comienza con una oración en equipo, seguida de un recorrido por las habitaciones de pediatría donde los voluntarios, en pequeños grupos, comparten el Evangelio y catequesis con los niños y sus padres. La visita se complementa con canciones y dinámicas que buscan aliviar, aunque sea por un instante, la carga que las familias enfrentan.
Los testimonios de los voluntarios reflejan el impacto que Siloé tiene tanto en ellos como en quienes reciben su servicio. Para Pieryna Mezones, ser parte de Siloé es “una experiencia única”. “No es solo un grupo de voluntarios, es una familia”, afirma. “En Siloé, la fe se traduce en acción, y el amor de Cristo se vive en el servicio al prójimo. Cada sonrisa, cada lágrima que seco, siento una alegría y un propósito que me llenan el corazón”.
Brihan Encalada destaca que su participación en Siloé le ha mostrado el “amor infinito que Dios tiene hacia nosotros”. Este apostolado ha sido un espacio de crecimiento personal y espiritual, permitiéndole “retomar el camino de Dios”.
Por otro lado, Carlos Saavedra, menciona cómo el servicio en el hospital lo ha sensibilizado ante las realidades de los niños y sus familias: “Les llevamos alegría con dinámicas, música y, sobre todo, la palabra de Dios para decirles que ellos no están solos en esta batalla”. Para Carlos, ser parte de Siloé es también una forma de llevar consuelo y ánimo a los padres, quienes “luchan cada día en estos cuartos”.
Finalmente, Angélica Castillo, nos comparte su experiencia como encargada de Siloé expresando que ha sido un reto que abrazó desde el primer día como voluntaria. Uno de los testimonios que más la ha marcado es el de un niño de diez años a quien acompañaron durante su proceso de enfermedad hasta su fallecimiento. “Tuvimos muchos momentos tristes y alegres, pero sobre todo rescato el testimonio de sus papás”, comparte.
“Ellos siempre nos recibían con los brazos abiertos, dispuestos a bailar y cantar con nosotros para alegrar a su hijo y escuchar el Evangelio. Su gratitud ha sido una fuente de motivación para mí, especialmente en momentos en los que el número de voluntarios era bajo”.
Este apostolado ha fortalecido también la fe de Angélica y su relación con la Iglesia: “El MVC, a través de Siloé, me ha permitido conocer más mi fe católica y vivir más cerca de la Iglesia”. En sus palabras, resume lo que significa este servicio: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20,35), una verdad que experimenta cada semana en Siloé.