Santiago de Chile | 09-07-2024
En Santiago de Chile, el Movimiento de Vida Cristiana (MVC) ha encontrado un espacio en el cual la solidaridad y el amor a los demás se hacen concreto. Cada mes, los emevecistas se reúnen para visitar a las residentes del hogar Nuestra Señora de Las Rosas, llevando consigo no solo su tiempo y esfuerzo, sino también un profundo cariño.
El hogar donde el MVC realiza su voluntariado pertenece a Fundación Las Rosas, la principal red de hogares de larga estadía para adultos mayores, con 28 hogares y alrededor de 2,200 residentes a lo largo de Chile.
Nuestro hermano Mijailo Bokan, uno de los coordinadores de este apostolado solidario, describe la experiencia como una oportunidad única para conectar y crecer espiritualmente.
“El voluntariado consiste en visitar al menos una vez al mes el hogar, donde la mayoría de las residentes son mujeres. Participan personas de todas las edades, desde jóvenes hasta familias completas que llevan a sus hijos. Es un apostolado inclusivo y enriquecedor”, nos cuenta Mijailo.
Un día típico en la Fundación Las Rosas comienza con la llegada al hogar y un cálido saludo a las residentes. Luego los voluntarios rezan el Rosario junto a ellas. Las llevan al encuentro con Jesús en la Eucaristía, el cual es un momento muy especial. “No todas pueden asistir, pero trasladamos a las que podemos en sus sillas de ruedas”, explica Mijailo.
Después de la Misa, los voluntarios acompañan a las residentes al comedor para el almuerzo. “Durante la comida, conversamos con ellas, escuchamos cómo han estado y las ayudamos a alimentarse si es necesario, todo en coordinación con las auxiliares del hogar”, añadió.
Las actividades de la tarde varían, desde manualidades hasta juegos de bingo, y celebraciones especiales como el Día de la Madre o Navidad. “Hemos hecho rosarios, pintado y llevado sopa de letras para estimularlas. Siempre tratamos de variar las actividades para mantenerlas interesadas y activas”, nos dice Mijailo.
El impacto de este apostolado es profundo, tanto para los voluntarios como para las residentes. “Nos sensibilizamos ante la soledad y el abandono que algunas residentes pueden sentir, aprendemos de su sabiduría y ponemos nuestros talentos al servicio de quienes más lo necesitan“, comparte Mijailo.
“Espiritualmente, nos hace crecer mucho y también nos cuestionamos sobre la vejez y la dependencia. Tener a alguien que se preocupe por ellas y se interese en su vida es invaluable. Les nutre mucho conversar con otros, tener a alguien que les alegre el día”.
Por su parte, María Fernanda Ruiz-Tagle, también coordinadora del proyecto, nos cuenta su experiencia: “Mi motivación para formar parte del apostolado solidario en la Fundación Las Rosas proviene de mi deseo de vivir la caridad cristiana y servir a los más necesitados, siguiendo el ejemplo de Cristo. Hasta ahora, la experiencia ha sido profundamente gratificante”.
“Hemos fortalecido la comunidad entre los miembros del MVC y llevando esperanza y consuelo a quienes más lo necesitan. Es una experiencia de mucho amor, en la cual vivimos una experiencia de dar y recibir”.
Martín Castro, otro voluntario, añade: “Me motivó saber que iríamos a un lugar donde yo había asistido desde pequeño en mi colegio. Es nuestra responsabilidad acompañar, aprender y ayudar a los adultos mayores de la Fundación Las Rosas. Ha sido una experiencia tremendamente enriquecedora”.
En cada visita, el MVC de Chile no solo lleva actividades y compañía, sino que también construye un puente de amor y solidaridad, mostrando a las residentes que no están solas y que son valoradas. Esta labor es un reflejo vivo del espíritu cristiano que el MVC promueve, un ejemplo de cómo el servicio y la fe pueden transformar vidas.
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