Oraciones

Para enriquecer nuestro espíritu y fe

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Oración para el Tercer Domingo de Adviento (Ciclo B)

Descarga la Oración de los Domingos de Adviento en PDF aquí. 

Al iniciar la oración, deben estar encendida dos velas moradas.

TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

MONITOR:  Empezamos la tercera semana de Adviento, nos acercamos cada vez más a la Navidad y el Señor nos invita a vivir con alegría esta hermosa espera. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.

LECTOR 1:

Lectura del Libro del profeta Isaías     61,1-2.10-11

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor.

Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con traje de salvación y me ha envuelto con manto de justicia, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como la tierra echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todos los pueblos.».

Palabra de Dios.

TODOS: Te alabamos Señor.

MONITOR: Hacemos un momento de silencio para meditar en lo que hemos escuchado.

MONITOR:  Hemos escuchado la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, a proclamar un año de gracia del Señor» (Is 61,1-2). Estas palabras, pronunciadas hace muchos siglos, resuenan muy actuales también para nosotros, hoy, mientras nos encontramos a mitad del Adviento y ya cerca de la gran solemnidad de la Navidad. Son palabras que renuevan la esperanza, preparan para acoger la salvación del Señor y anuncian la inauguración de un tiempo de gracia y de liberación.

El Adviento es precisamente tiempo de espera, de esperanza y de preparación para la visita del Señor. A este compromiso nos invitan también la figura y la predicación de Juan Bautista. Juan se retiró al desierto para llevar una vida muy austera y para invitar, también con su vida, a la gente a la conversión; confiere un bautismo de agua, un rito de penitencia único, que lo distingue de los múltiples ritos de purificación exterior de las sectas de la época. ¿Quién es, pues, este hombre? ¿Quién es Juan Bautista? Su respuesta refleja una humildad sorprendente. No es el Mesías, no es la luz. No es Elías que volvió a la tierra, ni el gran profeta esperado. Es el precursor, un simple testigo, totalmente subordinado a Aquel que anuncia; una voz en el desierto, como también hoy, en el desierto de las grandes ciudades de este mundo, de gran ausencia de Dios, necesitamos voces que simplemente nos anuncien: «Dios existe, está siempre cerca, aunque parezca ausente». Es una voz en el desierto y es un testigo de la luz; y esto nos conmueve el corazón, porque en este mundo con tantas tinieblas, tantas oscuridades, todos estamos llamados a ser testigos de la luz.

Esta es precisamente la misión del tiempo de Adviento: ser testigos de la luz, y sólo podemos serlo si llevamos en nosotros la luz, no sólo estamos seguros de que la luz existe, sino que también hemos visto un poco de luz. Este hermoso domingo, «Gaudete», domingo de la alegría, nos dice: «incluso en medio de tantas dudas y dificultades, la alegría existe porque Dios existe y está con nosotros». «Hermanos, estad siempre alegres» (1Tes 5,16). Esta invitación a la alegría, dirigida por san Pablo a los cristianos de Tesalónica en aquel tiempo, caracteriza también a este domingo, llamado comúnmente «Gaudete». Esta invitación resuena desde las primeras palabras de la antífona de entrada: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca»; así escribe san Pablo desde la cárcel a los cristianos de Filipos (Flp 4,4-5) y nos lo dice también a nosotros. Sí, nos alegramos porque el Señor está cerca y dentro de pocos días, en la noche de Navidad, celebraremos el misterio de su Nacimiento. María, la primera en escuchar la invitación del ángel: «Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo» (Lc 1,28), nos señala el camino para alcanzar la verdadera alegría, la que proviene de Dios.

LECTOR 2:  Oremos:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén.

(San Francisco de Asís)

MONITOR: Con el firme propósito de avivar en nuestro corazón el amor de Dios, vamos a encender la tercera vela de nuestra corona mientras cantamos.

Se puede cantar Hoy se enciende una llama al final de la página o elegir algún villancico. Se enciende la tercera vela.

LECTOR 3:  Con el corazón lleno de agradecimiento por los dones que Dios nos concede, elevemos nuestras peticiones respondiendo todos juntos: “Te lo pedimos Señor”

  • Pidamos por la Santa Iglesia Católica, de manera especial por el Papa Francisco y por todas las personas que lo acompañan y aconsejan. Roguemos a Dios.
  • Pidamos por todos los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos; para que el Señor les conceda el don de la fidelidad y puedan responder siempre con amor al Plan de Dios. Roguemos a Dios.
  • Por la paz en el mundo, especialmente pidamos por los gobernantes de las naciones, para que busquen siempre la justicia y la reconciliación. Roguemos a Dios.
  • Te rogamos Señor por todas las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, para que descubran en tu amor la fortaleza que necesitan. Roguemos a Dios.
  • Por nuestra familia, para que el Señor nos conceda la gracia de vivir la vida cristiana con alegría y que podamos así ser testimonios de su presencia en el mundo. Roguemos a Dios.

MONITOR: Con la confianza de sabernos hijos de Dios, dirijamos a nuestro Padre la oración que el mismo Jesús nos enseñó: Padre Nuestro...

MONITOR:  Terminemos nuestra oración pidiendo a Nuestra Madre, Santa María, que sea ella quien nos guíe durante este Adviento. Rezamos todos juntos un Ave María.

TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA

HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA
EN LA CORONA DE ADVIENTO
QUE ARDA NUESTRA ESPERANZA
EN EL CORAZÓN DESPIERTO
Y AL CALOR DE LA MADRE
CAMINEMOS ESTE TIEMPO

  1. Un primer lucero se enciende
    anunciando al Rey que viene.
    Preparad corazones,
    allánense los senderos.
  2. Crecen nuestros anhelos al ver
    la segunda llama nacer.
    Como dulce rocío
    vendrá el Mesías hecho niño.
  3. Nuestro gozo hoy quiere cantar
    por ver tres luceros brillar.
    Con María esperamos
    al Niño con alegría.
  4. Huyen las tinieblas al ver
    cuatro flamas resplandecer.
    Ya la gloria está cerca.
    Levanten los corazones.

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