Para enriquecer nuestro espíritu y fe
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Al iniciar la oración, debe estar encendida solo una vela morada.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
MONITOR: Continuamos en este camino hacia la Navidad. Hoy encenderemos la segunda vela de la corona de Adviento en un espíritu de oración y contemplación del misterio del nacimiento del Señor Jesús. Pidamos al Señor que ante todo sea Él el protagonista de este tiempo y que prepare nuestros corazones para su venida. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.
LECTOR 1:
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 1-8
«Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’”. Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”».
Palabra de Dios.
TODOS: Te alabamos Señor.
MONITOR: Hacemos un momento de silencio para meditar en lo que hemos escuchado.
MONITOR: En este segundo domingo de Adviento, resuena en el Evangelio la voz de Juan Bautista, profeta enviado por Dios como precursor del Mesías. Se presenta en el desierto de Judá y, haciéndose eco de un antiguo oráculo de Isaías, grita: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Este mensaje atraviesa los siglos y llega hasta nosotros, cargado de extraordinaria actualidad. Ante todo, “preparad el camino del Señor”. Preparar el camino al Salvador significa disponerse a recibir la sobreabundancia de gracia que Cristo ha traído al mundo. Dispongamos nuestro espíritu con la oración, para que la próxima Navidad nos encuentre preparados para el encuentro con el Salvador que viene. “Allanad sus senderos”. Para encontrarnos con nuestro Redentor necesitamos “convertirnos”, es decir, caminar hacia Él con fe gozosa, abandonando los modos de pensar y vivir que nos impiden seguirlo plenamente.
Ante la Buena Nueva de un Dios que por amor a nosotros se despojó de sí mismo y asumió nuestra condición humana, no podemos menos de abrir nuestro corazón al arrepentimiento; no podemos encerrarnos en el orgullo y la hipocresía, desaprovechando la posibilidad de encontrar la verdadera paz. Este tiempo nos recuerda el sobreabundante amor tierno y misericordioso de Dios. Como el padre de la parábola del hijo pródigo está dispuesto a acoger con los brazos abiertos a los hijos que tienen la valentía de volver a él (Lc 15,20). Este esfuerzo de conversión se funda en la certeza de que la fidelidad de Dios es inquebrantable, a pesar de todo lo negativo que pueda haber en nosotros y en nuestro entorno. Por eso el Adviento es tiempo de espera y de esperanza. La Iglesia hace suya en este domingo la promesa consoladora de Isaías: “Todos verán la salvación de Dios” (Is 40,5).
LECTOR 2: Oremos. Enciende en nuestros corazones, Señor, el deseo de acercarnos más a Ti; para que así busquemos darte gloria con toda nuestra vida y ser así testimonio de amor y de conversión para las personas que están a nuestro alrededor. Que tu gracia abunde en nuestras vidas, y que nosotros sepamos disponer nuestro interior para acoger todo lo que venga de Ti.
MONITOR: Con el firme propósito de avivar en nuestro corazón el amor de Dios, vamos a encender la segunda vela de nuestra corona mientras cantamos.
Se puede cantar Hoy se enciende una llama al final de la página o elegir algún villancico. Se enciende un cirio morado.
LECTOR 3: Con el corazón lleno de agradecimiento por los dones que Dios nos concede, elevemos nuestras peticiones respondiendo todos juntos: “Prepara, Señor, nuestros corazones”.
MONITOR: Con la confianza de sabernos hijos de Dios, dirijamos a nuestro Padre la oración que el mismo Jesús nos enseñó: Padre Nuestro...
MONITOR: Ahora, cada uno de nosotros tomará un regalo que vamos a ofrecer al niño Jesús durante esta semana con la intención de avivar nuestro amor por Él.
MONITOR: Terminemos nuestra oración pidiendo a Nuestra Madre, Santa María, que sea ella quien nos guíe durante este Adviento. Rezamos todos juntos un Ave María.
TODOS: + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA
EN LA CORONA DE ADVIENTO
QUE ARDA NUESTRA ESPERANZA
EN EL CORAZÓN DESPIERTO
Y AL CALOR DE LA MADRE
CAMINEMOS ESTE TIEMPO
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