Reconocemos la importancia de renovarnos ante los cambios culturales, pues, nuestra acción pastoral tiene que estar en sintonía con el tiempo, los lugares y las circunstancias donde se desarrolla. Por esto declaramos la audacia y la creatividad apostólica, como un valor a vivir en estos tiempos.
Ambas provienen del Espíritu Santo y es necesario, en la línea de la Evangelii Gaudium y de nuestra última AP[4] renovar nuestro apostolado y misión Audacia y creatividad en el apostolado es de las cosas que más nos pide el Papa Francisco[5].
Reconocemos que nacimos, como otros movimientos, bajo una fuerte ola del Espíritu Santo[6] y que hemos experimentado un fuerte anhelo por evangelizar y buscar ser instrumentos de Dios para que la fe llegará a lugares y ámbitos donde no había llegado. Él es quien ha inspirado en nuestra historia el que hayamos sido creativos, entusiastas, innovadores, de vanguardia.
El crecimiento rápido llevó a la necesidad de formalizar muchas cosas, lo que quizás llevó a una cierta pérdida del espíritu innovador. Por esto hoy consideramos importante promover la participación de todos los emevecistas, reconociendo en cada uno la experiencia viva del carisma que el Espíritu Santo anima en nuestros corazones. Así al propiciar la audacia y creatividad apostólica queremos también propiciar la libertad personal de cada uno.
Es importante no tener miedo a salirse del cómo se hacían las cosas antes[7], ni estar inseguros ante el arriesgarse en nuevas iniciativas o formas de pastoral. La audacia nos debe llevar a buscar evangelizar los distintos ámbitos de la sociedad: arte, trabajo, deporte, entre otros.
El apostolado lo entendemos como una entrega al otro, como un acto de amor con la otra persona. De ahí que exige escuchar a las personas y entender sus intereses en la vida cristiana. Además exige una escucha atenta y diálogo con la realidad, mucha flexibilidad, diálogo con la cultura. No busquemos encasillar las experiencias, sino canalizar las iniciativas de todos, promoviendo la libertad de iniciativas.
Para desplegar estos valores en nuestro apostolado, hay que atreverse, sostenidos por la gracia y guiados por Santa María, a innovar. Todo esto reconociendo que los frutos no son nuestros sino del Señor. Este valor nos ayuda a no cerrarnos a donde el Espíritu nos quiera llevar, evitando “hacer las cosas porque siempre se han hecho así”, buscando solo cifras, no arriesgándonos, quedándonos en nuestras seguridades, y a no estar dispuestos a que Dios nos “cambie los planes”.
[4] Ver IV Asamblea Plenaria del MVC, Documento Final, 68.
[5] Ver Evangelii Gaudium, 11-13.
[6] Ver conferencia del entonces Card. Joseph Ratzinger en el Congreso de Movimientos Eclesiales en el año 1998: Los movimientos eclesiales y su colocación teológica.
[7] Ver Evangelii Gaudium, 33.